La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, 15 de agosto; también llamada en los viejos libros de liturgia Pausatio, Nativitas (por el cielo), Mors, Depositio, Dormitio S. Mariae. Esta fiesta tiene un doble objetivo: (1) la feliz partida de María de esta vida; (2) la asunción de su cuerpo al cielo. Es la fiesta principal de la Sagrada Virgen. EL HECHO DE LA ASUNCIÓN
En relación al día, año, y modo en que murió Nuestra Señora, nada cierto se conoce. La referencia literaria más antigua de la Asunción se encuentra en un trabajo griego, De Obitu S. Dominae. De todos modos, la fe católica siempre derivó su conocimiento de este misterio de la Tradición Apostólica. Epifanio (m. 403) reconoce que no sabe nada definitivo sobre el tema (Haer., lxxix, 11). Las fechas asignadas varían entre 3 y 15 años luego de la Ascensión de Cristo. Dos ciudades proclaman ser el lugar de la partida: Jerusalén y Éfeso. La opinión general favorece a Jerusalén, donde se muestra su tumba; pero algunos argumentan a favor de Éfeso. Durante los seis primeros siglos nada se supo sobre la tumba de María en Jerusalén.
La creencia en la asunción del cuerpo de María se funda en el tratado apócrifo De Obitu S. Dominae, que lleva el nombre de San Juan, y que pertenece de todos modos al siglo cuarto o quinto. También se encuentra en el libro De Transitu Virginis, falsamente imputado a San Melito de Sardes, y en una carta apócrifa atribuida a San Dionisio el Aeropagita. Si consultamos a los genuinos escritores de Oriente, este hecho es mencionado en los sermones de San Andrés de Creta, San Juan Damasceno, San Modesto de Jerusalén y otros. En Occidente, San Gregorio de Tours (De gloria mart., I, iv) es el primero que lo menciona. Los sermones de San Jerónimo y San Agustín para esta fiesta, de todos modos, son apócrifos. San Juan el Damasceno (P. G., I, 96) formula así la tradición de la Iglesia de Jerusalén:
San Juvenal, Obispo de Jerusalén, en el Concilio de Calcedonia (451), hace saber al Emperador Marciano y a Pulqueria, quienes desean poseer el cuerpo de la Madre de Dios, que María murió en presencia de todos los Apóstoles, pero que su tumba, cuando fue abierta, a pedido de Santo Tomás, fue hallada vacía; de esa forma los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo.
Hoy, la creencia de la asunción del cuerpo de María es Universal tanto en Oriente como Occidente; de acuerdo a Benedicto XIV (De Festis B.V.M., I, viii, 18) es una opinión probable, cuya negación es impía y blasfema.
En relación al día, año, y modo en que murió Nuestra Señora, nada cierto se conoce. La referencia literaria más antigua de la Asunción se encuentra en un trabajo griego, De Obitu S. Dominae. De todos modos, la fe católica siempre derivó su conocimiento de este misterio de la Tradición Apostólica. Epifanio (m. 403) reconoce que no sabe nada definitivo sobre el tema (Haer., lxxix, 11). Las fechas asignadas varían entre 3 y 15 años luego de la Ascensión de Cristo. Dos ciudades proclaman ser el lugar de la partida: Jerusalén y Éfeso. La opinión general favorece a Jerusalén, donde se muestra su tumba; pero algunos argumentan a favor de Éfeso. Durante los seis primeros siglos nada se supo sobre la tumba de María en Jerusalén.
La creencia en la asunción del cuerpo de María se funda en el tratado apócrifo De Obitu S. Dominae, que lleva el nombre de San Juan, y que pertenece de todos modos al siglo cuarto o quinto. También se encuentra en el libro De Transitu Virginis, falsamente imputado a San Melito de Sardes, y en una carta apócrifa atribuida a San Dionisio el Aeropagita. Si consultamos a los genuinos escritores de Oriente, este hecho es mencionado en los sermones de San Andrés de Creta, San Juan Damasceno, San Modesto de Jerusalén y otros. En Occidente, San Gregorio de Tours (De gloria mart., I, iv) es el primero que lo menciona. Los sermones de San Jerónimo y San Agustín para esta fiesta, de todos modos, son apócrifos. San Juan el Damasceno (P. G., I, 96) formula así la tradición de la Iglesia de Jerusalén:
San Juvenal, Obispo de Jerusalén, en el Concilio de Calcedonia (451), hace saber al Emperador Marciano y a Pulqueria, quienes desean poseer el cuerpo de la Madre de Dios, que María murió en presencia de todos los Apóstoles, pero que su tumba, cuando fue abierta, a pedido de Santo Tomás, fue hallada vacía; de esa forma los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo.
Hoy, la creencia de la asunción del cuerpo de María es Universal tanto en Oriente como Occidente; de acuerdo a Benedicto XIV (De Festis B.V.M., I, viii, 18) es una opinión probable, cuya negación es impía y blasfema.
FUENTE: Catholic.net
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